No me ruegues que te deje, y me aparte de ti… tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios. Rut 1:16.

             Según unos eruditos, el libro de Rut fue escrito por Samuel, durante los primeros años del ungimiento de David, todavía sin ocupar el trono. El propósito es dar informe, sobre los antecesores del rey David. El libro comienza así: “En los días que gobernaban los jueces, hubo hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer y dos hijos suyos”. Los moabitas eran descendientes de Lot, sobrino de Abraham. Ese hombre murió y su esposa, Noemí, quedó con sus dos hijos, se casaron con Orfa y Rut, ellos también murieron diez años más tarde.

        Pobre Noemí, estaba sola, como había oído que ya no había hambre en su tierra, decidió regresar. No podía hacer nada por sus nueras y les pidió que volvieran a sus casas, tal vez podían volver a casarse. Orfa lloró, aceptó y se fue. El corazón de Rut había sido transformado y le hizo la siguiente promesa: “No me ruegues que te deje y me aparte de ti… tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios”. Ese cambio le dio una gran recompensa. Los habitantes de Belén se conmovieron cuando vieron llegar a Noemí triste y “con las manos vacías”, sin sus hijos ni su esposo, sólo con una nuera. Era el tiempo de la siega de la cebada y Rut pidió a su suegra, que le permitiera ir a recoger espigas. Comenzó trabajando en un campo de Booz, noble judío de la familia de su suegro. Esa decisión la capacitó para formar parte del pueblo de Dios: Booz se casó con ella, fue la bisabuela del rey David y de su linaje nació el Salvador.

          Según la genealogía de Cristo (Mateo 1:5), la madre de Booz fue Rahab, mujer cananea que dio protección a dos espías hebreos, enviados por Josué (2:1-14). Cuando los muros de Jericó milagrosamente cayeron y la ciudad fue tomada, los únicos que se salvaron fueron Rahab y su familia, en recompensa por el bien que hizo por los espías Israelitas. En la Biblia se califica como “ramera” (Josué 6:17), significa que llevaba una vida disoluta, como conocía la condición de Israel y de los cananeos, decidió unirse al pueblo de Dios, pidió la protección divina y la tuvo. Su vida cambió: de “ramera” pasó a esposa de un príncipe de la tribu de Judá y de su descendencia nació Jesús. Estos sucesos pudieron suceder en los días del profeta Elí, período relativamente temprano en la época de los jueces. Los cananeos eran descendientes de Cam, hijo de Noé.

     Esta lección es para que comprendamos que, por graves que sean nuestros pecados, si hay un verdadero arrepentimiento, Cristo nos ayudará a solucionarlos, nos perdonará y cuando venga por segunda vez, seremos llevados a la patria celestial. No sucederá así con los moralistas y religiosos, se creen perfectos, pero en ellos domina el egoísmo, el orgullo y hasta la incredulidad. Como  no dejan espacio para que el Espíritu Santo los transforme, con sus actos sellan su perdición.