El poder de la oración

Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. White

          Fui operada de corazón abierto, el 13-4-1967. Los dolores eran fuertes y persistentes, quedé sin energía y la convalecencia fue de meses. Ese largo proceso me enseñó a no pensar en mis dolencias, levantarme cada mañana con optimismo, sin olvidar que cada día podía ser el último, no preocuparme demasiado por el futuro y dejar todo en las manos de Dios. Dos días antes de la operación, recibí la visita de mis hijos de 6, 8 y 9 años. Esa tarde, consternada, tuve un diálogo-oración con mi Jesús: ¡Señor: mis hijos me necesitan, aumenta mi fe y sáname! El cielo derramó sus bendiciones y mi recuperación, aunque se extendió en el tiempo, fue tan completa que me permitió atender a mis hijos. Hoy, después de tantos años, cuando las reminiscencias invaden mi mente, una indescriptible sensación del amor divino me inunda. No miro los recuerdos del pasado con tristeza, sino con alegría y gratitud, por la forma como Dios me ha guiado.

           El versículo “orar sin cesar” significa que mientras caminamos, trabajamos o tomamos una decisión, debemos elevar nuestros pensamientos en oración silenciosa. Esa comunicación debe ser una conversación con un amigo íntimo, que además de ser poderoso, conoce el futuro. Eso nos da la confianza necesaria para preguntarle: Amado Jesús, enséñame qué debo hacer en este momento, líbrame del mal, cuida a mis hijos, etc. No todas las oraciones son iguales, pero deben brotar de nuestra mente.

           He oído historias de personas, que en momentos de peligro o a un paso de cometer un pecado, con una corta oración seres celestiales acuden en su auxilio. Algo similar me pasó a mí. Fui hospitalizada para una sencilla operación, 5 días después del nacimiento de mi hija. Momentos antes de que entrara el anestesista, algo me impresionó y me quedé dormida orando. Lo que parecía simple, tuvo graves complicaciones. Cuando los cirujanos, desconcertados se miraban en el quirófano, Dios iluminó la mente del jefe y aunque lo que hizo, según me dijo después, escapa de los conocimientos de la ciencia médica, el milagro se dio y mi vida fluyó. ¡Doy gracias Dios por su amor!

          En los actuales momentos, las noticias que nos llegan de cada rincón de la tierra, están cargadas de violencia, crímenes y guerras, además de los problemas personales que todos tenemos, es conveniente desviar nuestra mirada de lo humano hacia lo divino, para que seamos iluminados con la luz celestial y la tristeza huya de nosotros. Lo que más nos ayuda es la oración, muchas veces silenciosa y la lectura de la Biblia.

          He estado en cama por días y hasta meses, eso me acostumbró a la oración silenciosa. En la casa o en un hospital, siempre elevaba mis pensamientos al Padre Eterno. Después escribía mis peticiones. Ese ha sido un ejercicio que he realizado por mucho tiempo. Eso la tengo grabado en mi mente. Me acuesto cada noche orando y mientras me duermo, presento todos mis problemas, los de mi familia, amigos y del mundo en oración silenciosa. Nunca alcanzo a decir “amen”. La más beneficiada soy yo, el día siguiente me despierto llena de paz, como si la noche hubiera pasado rápido.

          En cuanto a los enemigos que a veces tenemos, aunque infunden temor, los alejo de mi mente y de mi vida, se los entrego en oración a mi amado Jesús. Él me ayudó a educar mi mente, pues no siento ira, odio, rencor, ni envidia contra nadie. De no ser así, hace mucho las sombras me cubrirían y no hubiera podido ayudar a mis hijos.

          Amado Jesús, ayúdame a comprender que sólo abandono al pecado, si me apoyo en tu potente brazo. Aparta de mi la envidia y el orgullo, porque son las faltas que más nos alejan de ti. Ilumina mi entendimiento y dame paciencia, no quiero sembrar confusión, ni tergiversar los testimonios de nadie. Enséñame a seguir tu ejemplo y a comprender, que el amor es la síntesis de tu Divina Ley, AMEN.       

                                                 

Articulo publicado en Volumen VI. Guarda el enlace permanente.

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