Antes que te formase en el vientre te conocí yantes que nacieses te santifiqué. Jeremías 1:5
Mi innata condición de rebelde, me acercó al ateísmo y a las tendencias de izquierda. Aunque me consideraba un hombre de principios, reconozco mi impaciencia y mi intransigencia. Por muchos años, fui profesor de Literatura Latinoamericana en la universidad. Analizaba la Biblia dentro del género épico, comparábamos el origen del mundo y del hombre con libros sagrados de otras culturas. Como esta concepción mítica era contraria a las creencias de mis alumnos protestantes, los consideraba fanáticos y los ridiculizaba. Un día entró en el aula una mujer que cambió el rumbo de mi vida. No era bonita ni joven, no se maquillaba, ni usaba joyas y su vestimenta era sencilla. Aunque en el análisis de las obras literarias no se ajustaba a mis expectativas, demostraba un conocimiento acertado. Todavía no sé que fue lo que me cautivó. Tal vez, su fe y su limpia mirada. Nos hicimos amigos. Yo atravesaba por momentos difíciles y ella se convirtió en mi confidente. Muchas veces la visité y después de oírme, me invitaba a orar. Me aterraba que alguien pudiera imaginarse, que yo con los ojos cerrados, de pie o arrodillado, estuviese orando en el apartamento de una evangélica. Tan pronto ella decía amén, yo salía como un bólido, jurando no volver. Pero surgían nuevos problemas y volvía. La amistad se fue extendiendo por años. Hoy es mi esposa.
Antes de casarnos empecé un curso bíblico en la iglesia católica. Cada semana, antes de la clase, iba a estudiar la lección con ella. Hasta le hablé al sacerdote de esa evangélica. Dejé el curso cuando el tema fue de los muertos, pues ella me leyó textos como estos: “Los que viven saben que han de morir, más los muertos nada saben” Eclesiastés 9:5, significa que no puede haber comunicación con los muertos, están dormidos, descansando. Cuando Cristo venga despertarán de su profundo sueño, “unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” Daniel 12:2. No discutíamos, éramos muy diferentes y nos respetábamos.
Me encantaba dibujar y mientras lo hacía, ella tomaba un libro religioso y leía. En una ocasión, empezó con los relatos bíblicos de la creación. Ese día me dije: “ya viene mi mujer con el mismo cuento”. Guardé los enseres y salí a caminar. De pronto perdí la noción de todo, no sé cuánto tiempo estuve así, en mi interior vi el Edén, con Adán y Eva cubiertos de luz, hermosos y felices. Después del pecado, ese esplendor desapareció, y los vi salir desalentados. Me di cuenta que estaba caminando. No tengo la menor idea de cuanto tiempo pasó. Lo que sí sé es que desde ese día, creo en la creación y en la Biblia. Hay cosas que aún no entiendo, pero tengo la seguridad que cuando el tiempo llegue, Dios me las enseñará. Cada día es mayor el asombro, las veces que me ha librado de fines funestos, en incidentes como cuando he tenido que viajar y llueve durante toda la semana, poco antes de tomar el avión, las nubes se disipan y aparece un sol radiante. Son muchas las anécdotas que puedo contar, las cuales me confirman, que Jesús me ama y me acepta tal cual soy. Me mantengo en oración, ruego que se despeje y mi fe crezca, Franco.
Franco se convirtió, mi hijo el pastor lo bautizó, fue director de la escuela sabática los dos últimos años de su vida. Murió después de 13 años de casados.